Mis
contactos con el mundo Asperger parten del otoño 2011, cuando Asperger Madrid me diagnosticó dicha condición a los 27 años.
Todo comenzó cuando, siendo pequeña, sufrí una afasia de Broca –también llamada afasia motora o afasia expresiva- como primer ataque de epilepsia. Desde entonces me fue muy bien con el fármaco y no había indicios de que la cuestión se complicara. El mejor recuerdo de aquella época es –junto con mis primeros años allí- haber aprendido oratoria, guitarra y canto coral –que tuve que dejar atrás para no tener que repetir hasta 2º de Bachillerato-.
Mientras el esperado diagnóstico llegaba, me gradué como técnico de FP en Gestión Administrativa con notas altas; obtuve el permiso de conducción al año siguiente; aprendí informática, mecanografía y baile; y ofrecía recitales para el Día de la Mujer y el Día de la Violencia de Género por invitación del Ayuntamiento de Sabiote, que me obsequió con varios premios. También interpreté una obra de teatro de la poetisa local.
Entré en
la Complutense por la vía de Mayores
de 25 Años. Lo mejor es el saber –además, aprendí italiano-, así como la
atención recibida por la Oficina de Inclusión a Personas con Diversidad, que me
informó del voluntariado para el Departamento de Discapacidad y Salud Mental de
Solidarios para el Desarrollo que
conocían y con quienes colaboré esos años. Lo pasábamos muy bien.
En el mercado laboral, lo he tenido muy difícil: sólo lo he conseguido sin dar de alta y/o contratada temporalmente y sujeta a cursos de formación no reglada a nivel bajísimo o profesora por obra/servicio. Como administrativa, desarrollé unas prácticas en un bufete de abogados y una clínica de psicología en Madrid y en una agencia de seguros de Torreperogil. Lo demás, desde los 19 años, colaborando en ONGs; ofreciendo recitales para el Ayuntamiento de Sabiote organizados por la Concejalía de Igualdad o ayudando a profesores de academia a petición de éstos mientras yo aprendía informática o baile; o mejoraba los idiomas.
También publico ensayos lingüísticos y literarios en inglés y francés, así como documentos sobre el síndrome de Asperger, en redes como LinkedIn. En Facebook he conocido foros muy interesantes como La Mente es Maravillosa o Síndrome de Asperger, un cerebro diferente.
Del colegio sólo mantengo contacto con tres compañeras que me apoyaron siempre, pues ellas, siendo ‘normales’, sufrieron mucho con los estudios. Y de la escuela de baile, la directora, que colabora con Asperger Madrid al vivirlo con un hijo suyo. El resto de mis amigos de antaño son de Solidarios para el Desarrollo, el psicólogo de Asperger Madrid que me dio el diagnóstico y que ahora está en la Fundación Ángel Rivière –donde he hecho otro amigo ahora-, algunos compañeros y profesores de la universidad y mis amigos actuales: Asperger-TEA Jaén, el Coro Parroquial –entre los cuales, hay compañeros míos del teatro-, mi amiga Ana Belén –que al igual que el chico de Ángel Rivière, es más joven que yo y me quiere como una hermana-, amistades en común con ellos y una chica de Asperger Granada.
Y aquí acaba una historia como muestra de que los cerebros diferentes, así como cualquier otra capacidad extraordinaria, jamás deben ser olvidados. Muchos genios de la literatura, la música, el arte, la ciencia, la psicología, la industria del automóvil o la filosofía se fueron sin saber qué les pasaba; pero demostraron que el ‘patito feo’, el ‘soldadito de plomo’ o cualquier otro diferente, con voluntad, puede incluso más que los cerebros más convencionales. El patito feo se convirtió en un elegantísimo cisne. Asperger Madrid, como prueba, tiene publicado en su web un documento de historias de triunfadores con una condición como ésta bajo el título El Asperger no es un cuento, pero te lo contamos. Y, entre los talentos actuales y futuros con este síndrome, figuran el informático Bill Gates, la cantante Susan Boyle y mis compañeros de las organizaciones con las que he colaborado hasta ahora.
Cristina, 36 años
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